LOS LÍMITES

Siempre tendemos a hablar de los límites como algo que emplearemos en el futuro, cuando nuestro bebé crezca y estemos todos preparados para ello.
Lo más lógico es realizar un proceso progresivo, como en todas las ideas que tenemos y decidimos llevar a cabo.
El consenso entre los padres, estar de acuerdo con la educación que vamos a darle a nuestro hijo, es lo más importante ante la toma de decisiones y puesta en marcha.
El bebé desde muy pequeño comienza a conocer y «evaluar» qué es lo que puede realizar con cada persona que conoce, cómo reaccionan a su llanto, su sonrisa, sus estrategias sociales y relacionales. Ante sus estrategias recibe reacciones de los adultos que le rodean y va repitiéndolas si le son funcionales.
Esto es un proceso largo de repetición, donde hay una respuesta ante una acción, y va memorizándola y repitiéndola según le sea o no funcional.
El bebé comienza a llorar desde que nace y al recibir respuesta le sirve como herramienta de comunicación con el entorno. Si el bebé no recibiera nunca respuesta ante el llanto dejaría de llorar, ya que no estaría siéndole funcional.
Por ello mismo repite este patrón tan primitivo para el resto de conductas que va adquiriendo.
Los límites comienzan a ser trabajados a partir de los seis meses. Cuando el bebé empieza a relacionarse más con su entorno, a sonreír ante conductas positivas, a llorar ante la separación, etc.
Desde ese momento se debe emplear el «no» dentro del vocabulario y la relación con el bebé, en momentos puntuales, igual que nos dirigimos a él a través del lenguaje y le explicamos otras cosas aunque sepamos que no nos comprende, pero ya va viendo diferentes entonaciones por parte del adulto, expresiones faciales, respuestas ante conductas, que le irán anteponiendo al proceso que poco a poco estamos enseñando a nuestro hijo.
(El lenguaje verbal y no verbal es esencial para la adquisioción del mismo. A un bebé no se le habla y explican las cosas para que las comprenda, sino para que vaya escuchando la entonación de su idioma materno, vaya adquiriendo más sonidos y finalmente forme el lenguaje.)
De este modo, cuando pongamos límites firmes a partir del año de edad, por ejemplo cuando no queramos que el bebé se meta algo en la boca, toque algo peligroso, etc., comprenderá nuestro tono de voz, la expresión facial, y la situación en la que se encuentra, y evitaremos que sonría y se ría ante esta situación, nueva y desconocida, que suele ser muy común, o desafíe las normas que tratemos de ponerle.
La paciencia es arma esencial ante esta toma de decisiones. Este proceso es largo y será esencial trabajarlo y retomarlo durante toda la infancia, niñez y adolescencia de nuestros hijos.
La base de todo aprendizaje debe ser muy bien afianzada y trabajada para ser firme y sostenerse ante los continuos vaivenes de la vida.

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