NIÑO BUENO, NIÑO MALO

Son muchas las veces en las que oímos estas palabras en nuestro día a día.
Ayer mismo una conocida me preguntaba que por qué creía yo que había cada vez mas niños malos.
Ante mi asombro por tal afirmación me decido a escribir este post, donde creo totalmente necesario que la gente conozca e interiorice la realidad de lo que son los niños.
Desde que empecé a trabajar con niños he podido observar personalidades y conductas totalmente contrapuestas, diferentes y únicas, pero esto sucede en cada uno de nosotros no sólo en los niños, ¿no?
A veces tendemos a pensar que es más sencillo creer que los niños vienen ya con un carácter y un comportamiento escrito en su ADN en lugar de reflexionar sobre lo que le ha llevado a ser o comportarse de este modo.
Es más sencillo echar balones fuera y pensar que no tiene solución, que hacer autocrítica y mejorar desde nuestras capacidades.
Cada niño podrá ser de un modo u otro dependiendo de su genética, del ambiente y del entorno.
Es decir, influye el medio donde nace, las posibilidades de su entorno, el ambiente que le rodea y su genética, ya que cada uno es diferente.
Pero lo que realmente determina el comportamiento es el desarrollo de la vida. 
Dependiendo del día a día de cada uno, se definirá el comportamiento, la personalidad, el carácter y la forma de ser del niño.
La empatía y el ejemplo son dos bases fundamentales en la educación de los niños. Cuando un niño observa que sus referentes en el mundo dan ejemplo de empatía con el resto, realizan aquello que tratan de educar y son responsables de lo que predican, siguen a tales y comprenden e integran estos comportamientos y los hacen suyos. 
Es decir, si a un niño le pedimos que recoja pero jamás nos ve recoger, no tendrá ejemplo y no podremos exigirle lo mismo que a uno que lo ve en su rutina diaria.
Los niños no son ni buenos ni malos, son niños. Nacen como masa moldeable, como arcilla o plastilina que va tomando forma según sus vivencias y experiencias en la vida.
Cuando un niño siente frustración en la infancia y no tiene herramientas para expresarse, mostrará esta frustración de la manera más primaria. Pero con ejemplo, dedicación, paciencia y esfuerzo y muuuucho cariño, aprenderá a resolver sus conflictos con ayuda de sus referentes. 
Los niños no son malos, expresan sus sentimientos de un modo primario, haciéndonos ver sus necesidades con acciones y no con palabras.
Se enrabietan ante una situación que no comprenden, que no saben manejar, pero somos los adultos quienes debemos darles herramientas para manejar la frustración y los conflictos.
Yo tengo muy claro que un niño hace lo que ve y aprende lo que vive. Si se rodea de bondad, atención, dedicación y cariño, integrará esos valores y los hará suyos, siendo una persona bondadosa, atenta y cariñosa con su entorno.
Si por el contrario, recibe castigo, gritos, falta de atención y poca dedicación, lo mostrará en su comportamiento y sacará su enfado en forma de rabieta.
Os invito a reflexionar sobre ello y a cambiar la idea de todo aquel que cree que hay niños buenos y niños malos.
Los niños son niños. No van más allá de la sencillez y lo primario. No son capaces de meditar su comportamiento para hacer la vida imposible al que tienen al lado.
Cada vez que nos encontremos ante un niño frustrado, que pega o grita o tiene una rabieta, pensemos qué es lo que le ha llevado a esta situación y cómo podemos empatizar con él, comprenderle y darle herramientas para que aprenda a manejar esta situación.
Protejamos la infancia, con respeto y amor, dando ejemplo de lo que decimos ser.

Formando la personalidad

La forma en la que tratamos a los niños es muy significativa y conlleva muchas consecuencias.
Toda la personalidad se forma en los primeros años de vida del pequeño y dependerá de lo que reciba del ambiente, de su núcleo familiar, del entorno en el que viva y del modo en que se críe.
La sociedad nos impone los límites en los niños desde que nacen. Hay una gran corriente que sigue pensando que el «no» es esencial desde que nacen para hacer ver a los niños lo estricta que es la vida y lo necesario que es seguir las normas desde el principio.
Esta misma corriente defiende varios puntos con los que no estoy de acuerdo, como el alimentar a los niños con un horario, hacerles dormir solos desde el inicio para que aprendan a calmarse por sí mismos y a respetar un horario de descanso para todos; también se tiende a pedir al niño dar abrazos y besos a personas desconocidas (o conocidas) a la hora de saludar o despedirse o que el pequeño tenga que comer primero sin posibilidad de cambio de alimento o cantidad si no quiere o no le gusta… Y así otras tantas ideas más, afines a esta forma de pensar y actuar, que defienden la infancia como el momento donde educar al niño a que siga lo planteado por el adulto sin posibilidad de debatirlo y de ver la individualidad de cada uno.
En mi opinión los extremos nunca son buenos, y lo que es lo mejor para un caso no lo es para el otro, ya que como siempre digo, cada niño es único, aunque sea de la misma madre y el mismo padre y haya nacido en el mismo lugar, ya no será igual en condiciones que el hijo anterior, ya que será el segundo hijo y no estará solo como el primero. Así que cada caso debe tratarse como tal.
La flexibilidad en la crianza nos da más paz, ya que las ideas preconcebidas nunca suelen tener éxito.
Basta con que llevemos algo planeado para nuestro día para que el niño se comporte totalmente diferente y nada salga como habíamos planeado. Por eso es importante ser flexible y empatizar con el pequeño, poniéndonos en su lugar de Niño y siendo capaces de mirar a través de sus ojos.
Los niños necesitan varias oportunidades para aprender algo, para entenderlo, asimilarlo y adquirirlo como suyo. Si no somos capaces de flexibilizar y dar oportunidades el peque no comprenderá lo que está sucediendo ni la reacción del adulto.
Me gustaría poneros un ejemplo:
Un niño de dos años entra en un establecimiento y encuentra un montón de chucherías y aperitivos que llaman su atención.
Su hermano de cinco años le pide a sus padres que le compren una piruleta. Los padres acceden de inmediato y el niño de dos años al ver que su hermano tiene una piruleta dice que también quiere algo.
Los padres rápidamente le dicen al pequeño: «¿quieres una piruleta?, ¿quieres un chupa chups?, ¿quieres un caramelo?, ¿quieres un picapica?, ¿qué quieres hijo?, ¡dinos! ¡venga!».
El niño de dos años está mirando todo lo que hay y tratando de digerir las miles de preguntas que le hacen sus padres, añadido a la mirada del dependiente y de la gente de la fila que espera.
Los padres no entienden que tiene dos años sólo y, piensan que bastante que le están dando a escoger entre varias chucherías y encima no se decide.
Así que tras tanta pregunta le dicen: «Pues tu hermano ya se ha decidido y hay mucha gente esperando. El próximo día escogerás más rápido, que parece que hoy no quieres nada.»
El niño de dos años se queda confuso, no sabe muy bien qué pasa y cuando se quiere dar cuenta sus padres están yendo hacia la puerta y le dicen: «Vamos, que te quedas ahí solo. Tu verás, nosotros nos vamos. Adiós hijo. ¡Ay madre mía! ¡Hay que ver como estás hoy hijo!».
Y ahora yo os pregunto:
¿Qué pensáis de esta situación?
Quizás estéis pensando que eso no pasa normalmente y que es un caso raro, pero os aseguro que delante mío lo he vivido varias veces.
Seguro que los padres no creen estar haciendo nada mal y su intención no es mala frente al niño, simplemente piensan que le han ofrecido comprarle algo y encima no ha querido y además de todo ha montado una rabieta sin venir a cuento. Así que habrá que ponerle límites.
Aquí está la empatía de la que os hablaba.
A los niños hay que hablarles a su altura y darles un tiempo prudencial para responder, haciendo preguntas concretas y sencillas y dejando que respondan antes de la siguiente.
De este modo comprenderán lo que pasa y la situación que viven.
Si empleamos un tono brusco y tras una rabieta no acompañamos a los niños, no aprenderán a resolver sus conflictos.
Si tratamos de enfrentarnos a un problema con discusiones, tono de voz alta, insultos y malos gestos, reproducirán lo mismo a la hora de enfrentarse a sus propios problemas.
Si por lo contrario damos herramientas para enfrentarse a lo que viven, tendrán armas para comprender al resto, resolver problemas, ser empáticos, pacientes y sociables.
Los niños reproducen lo que ven y lo que viven y se enrabietan cuando no pueden resolver sus conflictos y no tienen herramientas.
La flexibilidad dentro de la convivencia es esencial. Para todos no sirven los mismos consejos y no todos hemos sido educados del mismo modo.
Por todo ello hay que respetar a aquellos que educan a los niños de un modo u otro pero siempre defendiendo la infancia ya que los niños son seres inocentes, llenos de alegría y con muchas ganas de absorberlo todo y comerse el mundo.
La flexibilidad en la educación, el respeto, la empatía y la comprensión son la base para entender la educación de cada uno y la que cada cual da a sus hijos.
Pensemos en lo que queremos que sean los niños de mayores. En cómo queremos que sean. Y tratemosles de la forma adecuada para que absorban lo bueno y se conviertan en algo mejor.
Hay muchos modos de poner límites y los gritos, los insultos, la violencia o el miedo no entran dentro de lo correcto y lo permitido para educar a un niño. Desde el cariño, la comprensión y el respeto llegaremos lejos y formaremos personalidades respetuosas, empáticas, cariñosas y comprensivas con el resto.

Responsabilidad

Es nuestra responsabilidad elegir el entorno, el ambiente, el espacio, la alidad de vida de nuestros hijos.
Está clarísimo que un niño es lo que ve, ya que aunque es cierto que la carga genética es fundamental y determina gran parte de lo que somos, el entorno y el ejemplo que vemos es lo que acabamos siendo.
Es fundamental que el niño viva en un ambiente saludable, alegre y de respeto, donde los adultos protejan al menor y eviten que viva situaciones inadecuadas o incluso negativas.
Ante todo hay ciertos aspectos que ya conocemos y parece que se tienen cada vez más claros, como no fumar delante de los niños e incluso añado, no fumar delante de su vista, no sólo para que no respiren el humo sino para que no observen el hábito.
También evitar otros olores que pueden ser negativos o contraproducentes sería lo ideal.
Ante todo respetar pero sin volvernos locos y extremistas, ya que sino no podremos ir a ningún sitio.
También es muy importante cuidar las zonas donde esté el peque, protegiendo las esquinas, aunque sea con las manos, los enchufes, las puertas y cajones, las escaleras… Yo no modificaría mi casa, simplemente lo justo.
La alimentación debe ser la adecuada para la edad del niño, respetando sus gustos y preferencias y yo no obligaría al pequeño a comer, dejaría más libertad a la hora de alimentarse, ya que en algún momento todos (o casi todos) acaban comiendo.
En cuanto a los sentimientos es esencial darle un ejemplo al niño de alegría, cariño, afecto, respeto… donde pueda tomar los valores de su personalidad e integrarlos e ir organizándolos dentro de sí mismo.
Cada día tengo más presente la importancia de estos valores y creo que es esencial ser un ejemplo para los que vienen, mostrando lo mejor de nosotros mismos, siendo, eso sí, realistas.
No hace falta idealizar la infancia ni mostrarlo todo de color de rosa, sino intentar dramatizar poco y darle la importancia justa a cada cosa, haciendo que nuestros pequeños sean lo más felices posible y crezcan seguros, sanos, con fuerza y amor.
Ellos están en el mundo porque dos adultos así lo quisieron, así que son nuestra responsabilidad.
Seamos responsables.

Respeto

Cada día me planteo más y más lo importante que es respetar la forma de crianza de cada uno, la manera de llevar a cabo la educación de los hijos, el modo de verlos y de tratarlos.
Será porque continuamente veo a gente que juzga al resto dentro del ambiente en que me encuentro. Gente que habla con libertad y sin pensar sobre lo que realmente hace la familia de al lado; gente que critica a gritos lo que los demás hacen sin verse a sí mismos en un espejo ni pensando en las necesidades del otro.
También es verdad que hay gente que parece que necesita criticar al otro para sobrevivir, para respirar y sentirse vivo, ya que si no lo hace explota o revienta.
Y nadie es perfecto y por supuesto que yo la primera, pero intentó ir aprendiendo a observar cada día más y a respetar lo que cada uno escoge, ya sea lactancia materna o de fórmula, colecho o dormir en cuartos separados, guardería o no, y así en un largo etcétera que envuelve y rodea la crianza de los niños.
Hacer autoreflexión y tratar de mejorar es esencial para crecer como ser humano.
Qué importante es escuchar, observar, oír, ver y saber callar y, apoyar. Nadie dice que sea necesario tener la razón o ni siquiera debatirla, no hay que llegar al punto de quién lleva razón o quién no, simplemente entender el buen hacer del de enfrente y no juzgar de forma continuada como si lo que nosotros hiciéramos fuera lo ideal y lo correcto y lo del resto estuviera mal o dañara al niño.
También es verdad que la experiencia personal cambia muchas de las ideas preconcebidas y hace que modifiquemos lo planeado por lo espontáneo, dejando que fluya lo que va surgiendo cada día sin planificar cada movimiento.
Es el niño el que acaba escogiendo muchas de las opciones que la vida le ofrece y los padres o los profesionales deben respetar y encauzar dichas decisiones para que sean las mejores en nuestro caso, sólo y únicamente en el nuestro.

Observación

Mi trabajo en Atención Temprana tiene muchos pasos y suelen darse despacio y con tiempo para que se afiance cada uno de ellos.
El primero de todos es la observación.
Para conocer a un niño hay que observarle y respetar su espacio, el que cada niño demande. Hay niños que necesitan más tiempo y otros que cogen confianza y se acercan antes al adulto.
Hay niños que prefieren empezar a experimentar solos y otros que necesitan de la compañía del adulto desde el primer momento.
Por ello, la observación es necesaria. Gracias a ella conocemos a cada pequeño. Ellos son los que nos muestran sus necesidades, gustos, maneras de actuar, modos de comprender y expresar, …
Hay sesiones que se basan esencialmente en eso. Observamos al niño con los juguetes y el material que le damos o le invitamos a coger. O incluso observamos qué es lo que hace sin ninguna pauta, cómo se desenvuelve con libertad.
Observamos cómo de forma maravillosa hace muchas cosas por sí mismo, sin necesidad de hacerlo con alguien o de ser guiado.
El silencio es imprescindible en muchos momentos de nuestro trabajo. En ocasiones esa calma, ese estado de tranquilidad y neutralidad es el que hace que el niño saque más de sí mismo y se exprese de forma pura, sin ninguna guía o modelo.
Es maravilloso observar cómo un niño se organiza, resuelve conflictos del día a día, da respuesta a los problemas que le surgen, sin ayuda de nadie, con sus herramientas.
Observar como un niño come, juega, intenta asearse, cierra o abre una caja, guarda, pinta, o cualquier otra acción, es sorprendente.
Es imprevisible saber lo que van a hacer y cómo lo van a hacer.
Casi siempre dan más de lo que esperamos y resuelven los conflictos de mejor modo al que pensábamos.
Por todo ello, la observación es imprescindible para conocer a los niños y respetarles, dejarles experimentar, favorecer su imaginación, potenciar la resolución de conflictos de forma autónoma.
Mediante la observación el niño se expresará con libertad, en esencia pura y, podremos observar claramente lo que es capaz de hacer.
Observad a vuestros hijos, a vuestros alumnos, a los niños que conozcáis y veréis lo maravilloso que es el ser humano desde que nace.