Mamá mamífera

Son muchas las historias que me suceden cada día que me hacen pensar en la mamífera que llevo dentro, en mi yo interno más primario e irracional (o todo lo contrario). Mi yo mamífero.
Desde antes de ser madre, ya tenía cierto instinto de protección hacia los niños que trataba en sesión o veía con alguna dificultad o necesidad de ser protegidos y arropados.
Pero ahora que tengo a mi princesa me he dado cuenta de que es común y habitual ese sentimiento en mi hacia ella.
A veces se sitúa más calmado dentro de mi, como controlado, pero otras, salta y sale el Yo mamífero, donde defiendo a mi cría con dientes y uñas. Y es un instinto primario, donde no concibo ninguna explicación para dejarla llorar, por ejemplo.
En algunas ocasiones cuando veo a alguien que la coge, la hace cosas que no creo adecuadas o trata de criarla de otro modo distinto al mío, o incluso cuando tratan de ayudarme sin darse cuenta de que realmente me separan de ella, y eso no supone un descanso ni una ayuda para mi, ese Yo mamífero sale sin pensarlo, me pone en alerta aunque sepa que ella está en manos de quien la quiere y la protege, aunque esas personas no sean yo.
Pero eso es lo que hace ese vínculo afectivo tan fuerte, que me une a ella, protegiéndola  y uniéndola muy fuerte a mi, porque ella al desaparecer yo, aunque sea unos segundos, me busca con su mirada por el mismo sitio donde he desaparecido, y sus sentimientos reales no los se, pero la veo desconcertada, perdida, algo engañada y es donde me doy cuenta de que mi instinto animal me hace proteger a mi cría, unirme a ella y, si fuera un animal, un mamífero salvaje, la llevaría en mi espalda, agarrada como los orangutanes o en mi saco como un canguro o tras mis huellas como una osa.
Siempre hasta que ella decidiera dar el salto sola como cualquier animal.
Porque cuando me vuelve a ver tras la separación su sonrisa es enorme, eterna, de alegría y nerviosismo… La misma que la mía.
Pero a veces no es tan sencillo y es inevitable la separación y el «compartir» al bebé en el entorno de éste, con la familia y amigos, con gente más cercana, teniendo en cuenta las manías y costumbres del resto y los consejos que tratan de dar e imponer cuando uno no está o incluso cuando si lo está.
Y ya no es el entorno más cercano lo que asusta, sino la cantidad de gente que trata de cogerla, darla besos, tocarla las manos o su carita, ofrece cosas por juguete que no tienen tal función…
Y es que el Yo mamífero cumple su función de protección hacia la cría, y se une al resto de «Yos» que me forman y poseo, haciendo que sea solamente una parte de mi, necesaria y esencial a la hora de criar y proteger a la princesa.
Hoy comparto este sentimiento con todos, donde esta semana mi instinto animal está más activo que nunca, ya que me he reincorporado al trabajo tras la baja maternal y todos los sentimientos están más a flor de piel.

Elección

A la hora de buscar a alguien para que se ocupe de algún aspecto de nuestros hijos buscamos a un verdadero profesional, con vocación, dedicación y además cariñoso y que haga sentir a nuestro peque y a nosotros a gusto.
Esto se convierte a veces en una difícil tarea, ya que el niño se mueve por diferentes entornos y no es sencillo acertar en todas las parcelas que se va a desenvolver.
Lo primero suele ser buscar un buen pediatra, que nos hable con claridad, tenga empatía y paciencia y sea cariñoso con nuestros hijos y buen profesional.
Yo no pido que me den la razón o me dediquen mucho tiempo, simplemente que les guste su profesión y así lo demuestren.
Me parece esencial estar contento con el pediatra ya que es un sitio donde tendrás que acudir si tu hijo está malito o le ha pasado algo y, en esos momentos, no puedes estar a la defensiva porque el pediatra no sea de tu agrado.
A mi particularmente me gustan los profesionales empáticos, que no me juzguen sino que me ayuden y den consejo, que entiendan lo que les comento y no regañen, sino que apoyen.
En segundo lugar y no menos importante es necesario escoger un buen centro infantil para nuestro hijo, si hemos decidido que acudirá a uno de ellos unas horas al día.
En mi opinión deben ser centros que respeten las necesidades del niño, que den flexibilidad en el horario, que permitan la entrada libre de los padres en el proceso de adaptación y si el niño pasa una etapa rara o con otras necesidades.
Para mi es esencial que respeten los tiempos y horarios del peque, dejándole dormir cuando lo necesite, fomentando esencialmente el juego y respetando cada etapa del niño. Ya habrá tiempo para comenzar con conceptos como los colores, los números o el inglés más adelante.
Me parece ilógico tener a niños de un año sentados en corro repitiendo lo que dice el adulto para así aprender nuevo vocabulario. El juego ofrece eso y mucho más y aporta todo lo necesario a un niño.
Cada uno tiene sus ideales y su forma de ver la crianza de sus hijos y cómo quiere llevarla a cabo, por eso cada uno debe buscar lo que para sí mismo le de seguridad y tranquilidad a la hora de que estén con sus hijos.
¿Cuál es vuestra opinión?

Capacidad de elección

Siempre escuchamos hablar de las rutinas, la necesidad de organización, de escogerlo todo y dárselo por hecho al niño para que no se descoloque y no tenga opción de pensar algo diferente a lo propuesto por el adulto… Y yo me planteo si esto es lo mejor para todos y si es necesario para la educación de un niño, ya que la espontaneidad, la improvisación y la capacidad de elección por parte del niño, quedan en un segundo plano o llegan a ser incluso inexistentes.
¿Es esto lo que queremos? ¿Así vamos a enseñar a nuestros hijos a decidir lo que es lo mejor para ellos? ¿Están obedeciendo o aprendiendo a escoger por sí mismos? ¿Qué queremos enseñarles con todo esto?
Yo creo que hay ciertas pautas, normas u horarios que deben seguirse y establecerse por los adultos, ya que los niños no son capaces de valorar lo adecuado o inadecuado para ellos a su temprana edad. Pero también hay ciertos aspectos que debemos dar a escoger, solicitar opinión, fomentar su elección propia para propiciar un crecimiento intelectual y madurativo.
Al inicio podemos proponer una selección previa cerrada para que escojan entre esta, es decir, en casos cotidianos podemos dejarles escoger según su criterio cuando lo deseemos como, por ejemplo, ofreciéndoles cuatro camisetas y que elijan la que más les guste para vestirse. Lo mismo se puede hacer cuando llegue la hora de la merienda donde les podemos ofrecer bocadillo de diferentes cosas o frutas distintas, una selección que escojamos anteriormente y de ahí que ellos mismos seleccionen lo que más les guste. O a la hora del postre. Y también podemos hacerlo cuando llegue el momento de jugar, que escojan los juguetes que quieren para cada tarde, o con los que van a bañarse…
Si ofrecemos una selección previa muy amplia quizás no sepan qué deben hacer o cuáles son las decisiones adecuadas, pero con un filtro previo por parte del adulto donde tengan tres o cuatro opciones, aprenderán a escoger por sí mismos poco a poco.
De la mano del adulto les será sencillo y se irán sintiendo más seguros y capaces de realizar tareas por sí mismos.
Es esencial inculcar este tipo de aprendizajes a nuestros hijos o alumnos para que vayan haciéndose responsables de sus elecciones y actos, para que comprendan las consecuencias tras una elección, sean más responsables, autónomos y maduros pero siempre acompañados del adulto, de su referente y modelo.
Así observaremos que paulatinamente el pequeño es capaz de escoger lo correcto y lo que le gusta, sin necesidad de ayuda, generando su propia personalidad, sus gustos, formando su esencia y sin ser guiado para todo, sino con decisión propia y en definitiva, con capacidad de decisión, razonamiento y elección personal.

Familia

El tema de la familia me hace reflexionar mucho porque es un tema del día a día, que sale en periódicos, televisiones, que está en la calle, a tu lado y en todas partes, hasta en ti mismo.
Esto viene a cuento de lo importante que es para mi la base afectiva que se forme para criar a un niño.
En cuanto a opinión personal no tengo ninguna idea fija sobre el ideal de familia. El cariño, el afecto, el respeto y el amor me parecen la base fundamental de la familia, sin especificar sexo, número, edad…
¿Y todo esto a qué viene? pues a todos los programas que veo en televisión sobre reencuentros entre familiares que nunca se conocieron y parecen esenciales para la supervivencia de los que los buscan.
De repente una persona que no conocían se convierte en su ilusión. Y entiendo que haya gente que necesite saber quiénes fueron sus padres, o si tienen o no hermanos, pero para mi misma, mis padres o mis hermanos son los que están siempre ahí, no aquellos de sangre que son desconocidos.
La misma opinión tengo sobre otros familiares u otros rangos afectivos, que para mi misma no se adquieren por ser esto o lo otro sino por el contacto y el cuidado diario de las relaciones.
Y yo pienso ¿y si ahora los que yo creo que son mis padres no fueran los que me parieron, sino unos que me acogieron? Pues la verdad es que a mi no me importaría y no creo que buscara a mi familia biológica porque ellos son para mi mi familia, son los que me han dado amor, respeto, cariño y afecto a todas horas, sin pedir jamás nada a cambio. Y aún más valor tendría que lo hayan hecho tan bien sin haberme parido.
Y lo mismo me sucede con amistades o conocidos, que los besos no se piden o el cariño no se impone, se forma y cría desde que uno nace y se va haciendo más fuerte según crecemos. De un día para otro no podemos imponernos amor hacia un desconocido. ¿Dónde queda la importancia del vínculo afectivo?
Y ahora que soy madre lo pienso muchas veces. Yo quiero darle eso a mi hija, que no le falte de nada aunque su familia no sea un modelo clásico o no sea perfecta, pero sí es la que más la va a querer y proteger siempre, pase lo que pase, para que sienta amor, seguridad, tenga valores positivos y todo lo que se merece.
La familia es la que está ahí cada día, la que te apoya, te anima y te da todo sin pedirte nada a cambio. La familia es todo para mi, la base de la educación, de los valores, del respeto y del Amor.

Qué es lo que más os gusta de los peques

Hoy voy a hablar a título personal y no profesional. Cuando pienso qué es lo que más me gusta de mi bebé, aparte de mil y una cosas, lo que me hace sentir muy especial es el momento de dormirla en mis brazos tras mucho juego, el baño, haber comido, mucha actividad intensa y ver que no puede ni dormirse sola de lo «pasada de rosca» que está, porque se le ha pasado hasta la hora de dormirse, y es cuando llora, busca mi cuerpo para cubrirse de la luz, se restriega la cara contra mi ropa, se frota los ojos con las manos, busca su chupete con la boquita abierta como un pececito si se le escapa, y tras esta «pelea» de repente, llega una lucha con sus párpados, donde ellos quieren cerrarse y Ella quiere abrirlos para no perderse ni un segundo de la vida, porque la disfruta como nadie y es feliz con todo. Ahora no se pierde la oportunidad de realizar una carcajada ante nada. Pero finalmente tras mucha lucha consigo misma, sus párpados ganan la batalla y el peso de su cuerpo aumenta considerablemente y con ello se abren sus puños y las manos están plácidas, igual que el resto de su cuerpo. Y deja de succionar hasta el chupete incluso a veces se le cae. Y Su Suspiro final es quien me hace saber que ya está descansando, que por fin el sueño le ha ganado y consigue dormirse gracias a los brazos de su mamá, de las canciones que le canta inventadas, personalizadas, dependiendo de lo que haya pasado ese día. Gracias al baile que realizamos juntas. Ese Suspiro me hace sentirme feliz, satisfecha con mi labor de madre. Haber conseguido calmarla tras tanta intensidad es un placer. Se que he sabido transmitirle la seguridad, el amor, la tranquilidad y todo lo que Ella necesitaba en ese momento. Ahora que llega el finde que cada uno disfrute de lo que le guste de sus niños, de los peques de la casa.