Tolerancia ante las diferentes opciones

Últimamente leo mucho en grupos y foros de crianza, padres o profesionales de la infancia, comentarios bastante contundentes respecto a ciertos temas o métodos de crianza.
A veces creo que cada uno piensa que lo que él mismo hace es lo adecuado y lo que hace el resto no está tan bien.
Por ejemplo, los temas de lactancia materna, colecho y porteo están a la orden del día. Son temas muy de actualidad en los que la gente es muy tajante, es decir, el que lo hace lo expresa con orgullo y defiende a muerte esta teoría e incluso hace sentir mal al que publica un comentario explicando que no practica alguno de estos métodos.
IMG_6509.PNG
Estoy viendo a mucha gente que es fanática de la lactancia materna exclusiva hasta tal punto que no ven bien a aquellos que dan biberón e incluso se valora si se quiere o no a un niño por dar o no el pecho.
Respecto a estas tres decisiones en concreto (lactancia materna, colecho y porteo) creo que son opciones muy válidas pero no son las únicas y por eso debemos contemplarlas todas.
El que da lactancia materna exclusiva o está a favor de ella, cree que todo el que quiera puede realizarla si se lo propone, a no ser que haya un problema de salud por ejemplo, pero no todas las situaciones son esta. Y el problema es cuando se afirma que todos los males de la infancia se curan con lactancia materna, ya que muchas mamás que no han podido o no han tenido ayuda ante un contratiempo con la lactancia o no han querido dar pecho, se sienten ofendidas ante estas afirmaciones ya que parece que alimentar a sus hijos de otro modo supone menos afecto y cariño hacia ellos.
Creo que debemos ser coherentes, la lactancia materna es el alimento natural, el específico y único para tu bebé, lleno de cualidades y encima proporciona el contacto, afianza el vínculo y miles de ventajas más. Eso está claro y estamos de acuerdo en que es lo mejor para el niño. Pero ¿y si no se puede? ¿Es peor madre la que da biberones? Mucha gente cree que sí y esto es lo que me parece increíble cada vez que leo comentarios al respecto.
También sucede con el colecho o el porteo. Perdemos a veces la cabeza afirmando nuestra idea a cerca de dónde debe dormir el bebé o cómo debe portearse.
IMG_6508.PNG
Está claro que el recién nacido hasta cierta edad (la que cada uno plantee) necesita estar cerca de sus padres y el contacto físico es muy positivo para su desarrollo afectivo e incluso neurológico, según muchos estudios, pero ¿y si una familia decide que su bebé duerma en su cuna desde que nace? ¿Y si prefieren que vaya en el cochecito? Quizás estas familias tengan otros ideales, no tengan conocimiento sobre el porteo o el colecho o sigan las normas habituales dentro de su cultura o cualquier otra cosa.
Como profesional de la atención temprana, en muchos casos me he encontrado a familias que me han realizado preguntas sobre estos temas y cada día me doy más cuenta de que la respuesta no puede ser general sino específica para cada familia y sus necesidades, ya que habrá familias que tengan unas ideas y no quieran modificarlas y otras que acepten los consejos y prueben nuevos métodos. Y aún así la respuesta no será la misma para todos porque cada uno siente, vive, quiere o expresa de una forma distinta.
Con este largo comentario sólo quiero expresar mi malestar ante la intolerancia de unas familias hacia otras que en definitiva sólo quieren lo mismo, criar a sus hijos de la mejor manera posible.
El respeto y la tolerancia nos enriquecen y nos hacen ver más opciones y nutrirnos de ellas. La información nos hace más ricos y es lo que nos permite escoger nuestro mejor método.

Quemando etapas

A diario en mi trabajo me enfrento a las dudas, a las situaciones y a los miedos de cada familia con la que trabajo. Me doy cuenta de que cada uno tiene su manera de ver a su hijo y de asimilar sus circunstancias.
Mi tarea es proponer unos objetivos a corto y/o a largo plazo e ir trabajándolos conjuntamente con el niño y la familia para alcanzarlos, o al menos intentarlo, en el tiempo que el pequeño vaya marcando.
A veces estos objetivos se consiguen rápidamente y se planifican otros nuevos de tal modo que vamos haciendo una programación del tratamiento individual y específica, sólo para ese niño.
Otras veces los objetivos son complicados de alcanzar para el peque y se proponen otros medios para trabajarlos o para potenciar otros nuevos que resulten más sencillos o de un área diferente.
Es decir, el trabajo de los profesionales de mi campo es continuo y varía según la evolución del tratamiento y de la respuesta directa del niño. Todo se puede modificar sobre la marcha y potenciar de un modo diferente al establecido al inicio.
Esto fomenta que los objetivos puedan alcanzarse más rápidamente, ya que no se insiste con métodos inadecuados para ese niño, sino que se modifican para ser más prácticos y efectivos para cada caso.
Según se van observando pequeños avances o incluso la consecución del objetivo pautado, las familias van marcándose sus propias expectativas, algo totalmente lógico y comprensible.
img_1874
Pero yo pienso ¿es una carrera sin meta?, ¿a dónde pensamos llegar?, ¿cuál es el objetivo final?, ¿alcanzaremos la satisfacción ante un objetivo logrado?
Mi sensación general ante la educación de un niño es que una vez alcanzado un objetivo en lugar de celebrarlo y estar muy satisfechos ante tal acontecimiento, proponemos de inmediato otro sin dar tiempo al festejo y la asimilación del anterior. Parece que a veces nunca es suficiente.
Desde que un bebé nace vamos marcándole objetivos: que se coja al pecho, que se calme al cogerle, que me mire, que coja una cosita, que se de la vuelta, que gatee, que camine, que hable, que … Y así hasta que un día el bebé tiene la misma estatura que nosotros y no nos hemos parado a disfrutar prácticamente de los logros, sino que nos hemos ido poniendo metas y más metas que nos hacen sentirnos como el eterno insatisfecho.
Es muy bueno marcarse metas y ser trabajador y exigente con uno mismo, pero siempre y cuando no perdamos de vista el lado emocional y la sensación real que debe estar viviendo el niño.
img_6477
A veces en mis reuniones con las familias les planteo algo que a mí misma me hace reflexionar mucho: «¿Qué recuerdas tu de tu infancia?» Y ante esta pregunta la respuesta siempre es parecida: «Me acuerdo cuando mis padres me llevaban a tal o cual sitio, cuando íbamos de viaje, jugar con mis amigos, etc.» En definitiva recordamos aquello que nos gustaba con mucho cariño y tratamos de borrar aquello que nos ha hecho daño o no nos gustaba tanto. Por eso mismo, ¿qué queremos que recuerden nuestros hijos? Yo pienso que querremos que recuerden lo orgullosos que estuvimos de ellos al alcanzar algo o simplemente al intentarlo, de lo que jugamos con ellos cada día, de lo que disfrutamos del parque o del paseo de fin de semana, de los ratos de lectura antes de dormir, de la seguridad que les dimos para intentar algo nuevo, del ánimo y la ayuda y, por supuesto, de la exigencia y perseverancia para alcanzar sus sueños agarrados siempre de nuestra mano.
Por todo ello, no quememos etapas, disfrutemos de cada una el tiempo que el niño nos marque. Cada uno es único y diferente y tiene un ritmo individual donde necesita pasar más o menos tiempo por cada una de ellas, pero este tiempo será establecido por ellos y por las necesidades que tengan y no porque deben llevar un ritmo por encima de sí mismos.
La vida es muy larga y cada etapa tiene una esencia única y maravillosa y más dentro de la Infancia.

¿Por qué elegí Magisterio en Educación Especial? ¿Por qué el mundo dela discapacidad?

Estas preguntas me las han hecho muchísimas veces desde que tomé esta decisión hace ya diez años.
En un principio pensé en estudiar Magisterio en Infantil pero no terminaba de convencerme o completarme, sentía que no era una buena elección para mi.
Después de pensar mucho y meditar los pros y los contras de escoger esta formación, pensé que sería lo que más me llenaría como persona y me haría sentirme útil y valorada profesionalmente.
Para mi hasta ese momento la educación especial no me había tocado desde cerca, no conocía ningún caso directamente ni había colaborado con asociaciones u otras organizaciones.
Pensaba en el futuro y me veía trabajando con niños con discapacidad y me parecía algo apetecible y gratificante.
La carrera no me pareció complicada. Las asignaturas eran sencillas de estudiar y las clases eran reducidas, lo cual facilitaba el aprendizaje y la consulta a los profesores.
Más tarde fui haciendo prácticas en diferentes centros de educación especial e integración y me fui dando cuenta de que dentro de la discapacidad, mi vocación iba más enfocada a los niños de entre 0 y 12 años.
Por eso, al acabar la carrera, decidí seguir formándome y estudiar un Máster en Atención Temprana e Intervención Psicomotriz. Este Máster me especializaría en población con discapacidad o con riesgo de padecerla de entre 0 y 6 años.
Allí también hice prácticas y pude observar que sí que había escogido correctamente aquello que quería para mi futuro.
El camino fue sencillo en cuanto a la formación en la carrera, ya que al gustarme era más fácil de aprender y, también he de decir que había asignaturas con poco contenido, es decir, mucha información era de lógica o sentido común y no específica.
Una vez terminadas la carrera y el máster encontré trabajo a los pocos meses y aquí es donde empezó mi verdadero contacto con el mundo de la discapacidad. Hasta ahora sólo había realizado prácticas y no tenía la impresión de ser verdadera responsable de los niños que trataba, pero aquí la cosa cambiaba.
Es en este momento donde pude darme cuenta de que echaba en falta más formación específica sobre discapacidad y más casos prácticos y no tanta formación teórica.
Comencé en un Centro de atención temprana de la Comunidad de Madrid como estimuladora y psicomotricista de niños de 0 a 6 años. Aquí pude confirmar que mi vocación real era esta. Las sesiones eran individuales. El trabajo con los niños y sus familias fue muy difícil al inicio, ya que todo era nuevo para mi y debía aprender rápido a detectar y tratar las dificultades de cada caso.
Gracias a mis compañeras y a su paciencia, pude aprender muchas cosas en poco tiempo que iría mejorando hasta el momento actual ( y aún quedan por mejorar).
Es en la práctica donde realmente se aprende una profesión y se valora la vocación personal de cada uno.
Gracias a cada niño y a cada caso vas aprendiendo a elaborar material, actividades, transformar juegos y sesiones, adaptar cada ejercicio, a tener imaginación, etc.
Esta profesión necesita de un continuo reinventarse por parte del terapeuta para no caer en la monotonía, el cansancio o la desesperación, ya que en algunas ocasiones hay que potenciar un objetivo durante mucho tiempo seguido hasta que se alcanza o se cambia a otro nuevo.
Por todo esto y por mucho más, elegí Educación Especial, porque sentía que yo tenía que cambiar mi trocito de mundo a mi manera, y que tenía que ayudar con mi trabajo a otros que pudieran aprovechar mi formación y mis ganas.
Desde pequeña estaba cansada de sufrir y ver injusticias ante la diferencia y quería colaborar de alguna manera en cambiar eso y ayudar a quien pudiera con lo que yo hubiera aprendido o tuviera a mi alcance.
Hoy estoy muy orgullosa de tener todo esto a mis espaldas y de poder echar la vista atrás y sentirme satisfecha con mi trabajo y mi dedicación. Estoy orgullosa de poder decir que me encanta esta profesión y que siempre va a formar parte de mi allá donde el destino me lleve.
¡Feliz fin de semana!

Mi lactancia materna

Qué difícil es hacer entender a las anteriores generaciones que vas a darle el pecho a tu hijo a demanda y no como ellos hicieron cada tres horas.
Hay muchas madres, abuelas y gente en general, que quieren convencernos de estar malcriando al bebé por darle pecho cada vez que quiere. Incluso se llega a comentar que el bebé nos está chantajeando con el tema.
¿Cómo va a ser chantajista un niño recién nacido? Los bebes piden lo que necesitan, no tienen esa capacidad de razonamiento que se les llega a asignar. Su mecanismo es llorar para recibir la respuesta a su necesidad. Lloran porque quieren comer, por dolor, porque están sucios o porque quieren dormir, o para recibir cariño y ser calmados.
Está comprobado que cuanto más se pone a un bebé al pecho, más se estimula la producción de leche y mejor se establece la lactancia.
Sólo hay que plantearse lo que muchas veces los expertos nos dicen: ¿Qué hace cualquier mamífero cuando tiene crías? Pues les da de comer y cubre sus necesidades sin pensar en si hace mucho o poco que lo hizo anteriormente.
Yo no soy experta en este tema pero sí me considero muy interesada por él. Me he informado mucho al respecto.
Desde que decidimos tener un bebé siempre tuve claro que le daría el pecho siempre que pudiera.
Al nacer nuestra princesa perdió mucho peso y tardó más de un mes y pico en recuperarlo y debido a eso nos presionaron mucho para que complementáramos la lactancia materna con fórmula. A pesar de mi constante negativa hacia el tema, tras ver que un mes más tarde no había cogido el peso del nacimiento, decidí hacer caso a los médicos y complementar. Tuve que consultar a varios especialistas médicos para acabar haciendo lo que el primero me había dicho.
Con el sacaleches era imposible, por más que me ponía, no conseguía sacar ni para una toma completa y, la verdad que es un poco frustrante estar pegada una hora a un aparato para 60ml de leche.
Nos indicaron dos tomas al día de fórmula y por supuesto que las hicimos a demanda y sin obligarla. La peque las cogía con ansia, como si no hubiera comido nunca… Esto me hacia pensar en si estaríamos o no haciéndolo bien… A su vez fuimos a un grupo de apoyo a la lactancia que nos ayudó muchísimo; gracias a ellos la colocación fue la correcta, los dolores desaparecieron y el apoyo fue muy necesario y me animó mucho a continuar intentándolo.
Pero aunque veíamos a la princesa cada día más grande, el peso tampoco es que aumentara rápidamente. De lo que parecía ser un remedio puntual (complementar unos días o algunas semanas con fórmula) a ser algo necesario para ella y su crecimiento.
Aquí llega el debate con uno mismo sobre si lo que importa es el peso o lo sano y activo que ves tu a tu hijo… Pero pecas de inexperta y piensas que es tu responsabilidad y no es un sólo especialista el que te ha aconsejado, sino tres o cuatro.
A pesar de usar biberones específicos para niños que sólo toman pecho, mi princesa se fue acostumbrando al biberón y aunque podía habérselo quitado, creo que ella también disfrutaba mucho con esas tomas de fórmula por mucho que a mí me pesara.
Ella ha sido quien ha decidido finalmente cuánto tomar de cada tras la situación que se le impuso al inicio y, yo me he adaptado a ella porque creo que es esencial respetar su adaptación en este proceso que quizás también ha sido complicado para ella.
Ahora tras cuatro meses de lactancia mixta, la princesa ha dejado el pecho y parece no querer tampoco la fórmula y hemos tenido que comenzar con cereales y con fruta. Llegados a este punto creo que lo que no le gusta es la leche y que prefiere un buen cocido antes que seguir siendo lactante!
Si ya era sensible con este tema, mi vivencia me ha hecho ser aún más partidaria de la lactancia materna y respetar el tema y cada caso siendo prudente y sin hacer juicios de valor sin conocer y aún conociendo cada situación.

El sentido común

Ya sabéis que no tiendo a hablar de mi experiencia personal al realizar una publicación, pero el post de hoy se ve inspirado en este hecho que os voy a contar y no veo mejor manera de hacerlo: Ayer estuvimos en la revisión del pediatra de los cuatro meses de la peque. Nuestra pediatra es una persona tranquila, amable, muy profesional, con mucha experiencia, positiva y pro-madres, es decir, si eres mamá te anima a hacer las cosas, a probar y te hace sentir siempre bien con lo que haces, jamás te juzga. Sabe ser la mejor profesional sin hacerte sentir tonto. Para mi fue una suerte que me la recomendara una amiga de mi hermana en un momento en el que no hacían más que marearnos con el peso y que si lactancia materna o artificial, mixta o yo ya no se el que… Desde el día en que mi marido y yo la conocimos, nos dimos cuenta de que ella era nuestra pediatra. Siempre lo dice todo claro, te tranquiliza (que es lo difícil) en lugar de alarmarte (que es lo fácil), nos da calma y seguridad en nuestras decisiones. Nos anima a probar y equivocarnos y sigue siendo igual de profesional aunque consultemos a otros médicos o practiquemos otras teorías. Ella siempre nos hace ver que el sentido común es lo principal, lo esencial en la crianza de un hijo; ya que como uno conoce a su hijo, no lo conoce nadie más. Ayer, como antes comentaba, fuimos a la revisión de los cuatro meses y, tras explicarla que nuestra peque no es muy partidaria de la leche, nos recomendó empezar ya con la fruta (cosa que ya habíamos hecho hacía unos días). Yo como soy fiel a mi pediatra, no dudé en contarle la verdad, que llevábamos dos semanas dejando que la princesita probara nuestra fruta y alguna verdura y, que llevaba tomando cereales por las noches desde hacía una semana. Por un lado estaba temiendo su respuesta (te dije que esperaras o algo así) pero por otro, ella me da la confianza para contárselo porque siempre tiene una manera de decirte todo de forma que no te sientas mal o atacado y, comprende a cada familia. ¿Cuál fue su respuesta? El sentido común es lo que nos hace ver lo que necesita cada niño. Hay veces que la leche no gusta (pero hay que seguir tomándola porque es muy importante) y la situación es la idónea para introducir nuevos alimentos y, si este es el caso, pues adelante. Ha mirado la talla y el peso, la evolución de la niña y si historial y tras eso nos ha dicho cómo podemos introducir la fruta. Con este largo ejemplo de mí misma, sólo quiero explicar que a veces estamos dándole vueltas a algo durante días o semanas y al final la conclusión es la misma que habíamos sacado nosotros mismos pero con la aprobación del profesional. Está genial que consultemos al experto y hagamos caso de lo que nos aconseje, ya que es quien realmente sabe sobre el tema, pero también tenemos que tener en cuenta a nuestro sentido común. Es algo realmente subjetivo y difícil de ser valorado, pero en mi caso me doy cuenta de que hace dos semanas he ido ofreciéndole sin pensarlo ni premeditarlo alimentos a mi hija, al cocinarlos, al comerlos y, dejando unos días entre medias para observar alergias, intolerancias, reacciones en el aparato digestivo…, y al final era cuestión de sentido común darse cuenta de que ella no quiere sólo leche, sino que quiere dar un paso más en su desarrollo y que yo le ayude a ello. Desde que soy madre mi sentido común se ha despertado y vive pegado a mí haciéndome señales y ayudándome a tomar decisiones que antes siempre consultaba previamente. ¡Bendito sentido común el mío!