En nuestra sociedad algo está cambiando. Cada vez se tiene más en cuenta a los niños, su opinión, sus necesidades, su desarrollo, pero no lo suficiente como para ser una idea o una tendencia general en la educación, crianza y trato a nuestros pequeños.
Los niños están expuestos a diario a los adultos, a la sociedad que les rodea, donde su rutina y su día a día, está condicionado por el entorno donde hayan nacido, la cultura de su país, población o familia, la religión, el nivel económico, la personalidad de quienes viven en su entorno más cercano y mucho más.
Todo ello nos debe hacer reflexionar sobre nuestros pequeños. Parece que aún siendo todos diferentes y únicos, los niños y las niñas tienen una sensibilidad especial, y además perciben todo de manera más objetiva, sin tantos matices, ni filtros, con naturalidad y claridad.
¿QUÉ HACEMOS DELANTE DE NUESTROS HIJOS?
- En muchas ocasiones hablamos sobre ellos estando estos presentes, y creyendo que no escuchan o no comprenden nuestro mensaje, y en el momento menos esperado, sacan y verbalizan todo lo escuchado entendido. Pero, ¿no nos escuchan o somos nosotros quienes no les escuchamos? ¿es verdad que no comprenden?
- Tomamos decisiones por ellos que podríamos tomar de manera conjunta. Si les involucramos en la toma de decisiones aprenderán a tener mayor criterio, autonomía y capacidad de decisión a la vez que responsabilidad de éstas, sabiendo cuáles son las consecuencias de sus actos.
- Escuchamos poco sus reflexiones. Debido a la falta de tiempo y a la mala costumbre de anticiparnos a sus palabras, creemos que ya sabemos todo lo que nos van a contar y no escuchamos con detalle, generando esa importante comunicación familiar, donde la escucha, la atención, las muestras de importancia sobre las cuestiones del otro, se acaban perdiendo.
- En muchas ocasiones creemos que los niños no saben lo que es bueno para ellos o no saben lo que quieren. No nos damos cuenta de que hemos tenido a una persona, un ser humano, y no una parte más de nosotros mismos. Es decir, aunque amemos a nuestros hijos con locura, son seres humanos individuales y aparte de nosotros, por lo que puede que no sientan como nosotros, que no tengan los mismos gustos, que no quieran las mismas cosas o no perciban igual que lo hacemos nosotros. Por lo que es esencial escuchar y compartir para conocernos, respetarnos y querernos tal y como somos.
- Dar ejemplo. En muchas ocasiones tenemos muy presente la teoría pero a la hora de llevarla a cabo nos cuesta más de lo esperado. Es esencial dar ejemplo a nuestros hijos sobre el modelo de conducta que queremos que sean.

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA ESCUCHA?
- Los niños a veces no se comunican con palabras, ya que su vocabulario no es tan amplio como el nuestro o su nivel expresivo es aún básico o algo inmaduro, pero sí tienen maneras de expresarnos lo que quieren y sobre todo, cómo se sienten. Es imprescindible que dediquemos tiempo a nuestros hijos y aprendamos a leer entre líneas y a detectar sus preocupaciones, sus gustos, sus preferencias y aquello que no les gusta.
- No tiene por qué haber una razón para nosotros sobre los gustos de nuestros hijos, pero seguro que para ellos sí la hay. Intentemos llegar a la base y a las raíces de sus motivos y escuchar con el corazón abierto, sin ponernos límites ni prejuicios.
- Para cada uno, nuestros motivos y razones son más que suficientes para argumentar cualquier hecho o suceso que nos acontece, por lo que escuchar y dar tiempo a nuestros hijos a que relaten, se sientan acompañados, comprendidos y reconfortados es esencial.
- Los niños a veces no verbalizan su día a día en el colegio, en las extra escolares, con los abuelos, o con su familia, pero durante el juego o en otras actividades, puede que saquen y expresen cómo viven, perciben, sienten o experimentan dentro de cada entorno, por lo que dedicarles tiempos, no solo se refiere a estar un rato a diario con ellos, sino a ser capaces de permanecer atentos a su juego, a sus rutinas y a su día a día y poner el foco en sus prioridades.
- Si un niño o una niña no quiere ir a alguna actividad concreta, no le gusta acudir a un espacio (colegio, piscina, casa de alguien, fútbol…), ayudemos a encontrar las causas y el por qué, tratando de dar valor e importancia a las emociones del pequeño, comprendiendo que quizás haya algo que no hemos percibido pero él sí, y que por mínimo que sea, le produce emociones o sentimientos de angustia, miedo, rechazo o negación. Hablemos con su entorno, vayamos más allá y empaticemos con él, sabiendo que nosotros tampoco querríamos ser obligados a ir a un sitio que no nos gusta, ya sea por el motivo que fuere.
- Favorezcamos el dialogo, a comunicación en familia, con el entorno que nos rodea. Si no somos escuchados, no obtenemos una respuesta, por lo que no merece la pena esforzarse y comunicarse con los demás. Si este mensaje lo perciben nuestros pequeños, acabarán por no contar, ni expresar o dialogar con nosotros, y esto es lo último que deberíamos desear.
- Las bases de la comunicación deben tejerse desde la infancia, para que se vayan afianzando durante ésta y lleguemos a la adolescencia con unos cimientos fuertes y seguros.
- Escuchemos sus historias, sus vivencias, sus inquietudes y pongámonos a su altura, viendo con sus ojos, de ilusión, energía, honradez o humildad. Con esa mirada pura que tienen los niños y las niñas, donde la inocencia, la espontaneidad, la imaginación y la sencillez son sus máximas.
- Seamos modelo de conducta y demos ejemplo. Si escuchamos a nuestros hijos y les dedicamos tiempo aprenderán a ser más pacientes, a escuchar con calidad los mensajes de los demás, a valorar lo que el resto del mundo tiene que aportarles, a empatizar con los demás y a dar valorar a la diversidad de opiniones, de emociones y sentimientos.
- Y ante todo, hagámoslo porque nuestros hijos son lo que más queremos, y ya sólo por esto debe ser nuestra mayor prioridad. Hacer lo mejor para ellos, escuchando sus inquietudes, sus experiencias, sus historias del día a día, sus aprendizajes, sus descubrimientos, sus intentos o sus logros e incluso sus fracasos.

Llevaba tiempo queriendo compartir esta reflexión con vosotros, porque no puedo creerme que aún se tenga tan arraigada la idea de que «los niños no entienden» o «no comprenden«, o peor aún, que «no se enteran«, como muchos dicen. Pero sí lo hacen. Con sus capacidades, cada uno percibe en mayor o menor medida, con mayor o menor nitidez, o mayor o menor madurez, lo que vive en el día a día.
Por eso es importante que nos escuchemos, que nos comuniquemos y demos valor a lo que nuestro entorno nos comunica nos transmite o nos expresa, y creemos una sociedad con una capacidad de escuchar mayor.
Y tu, ¿escuchas a tus hijos? ¿Crees que podrías potenciar más la escucha dentro de tu entorno?