Sentir miedo es algo natural. El ser humano está diseñado con toda su capacidad emocional, donde se incluyen todas sus emociones y sentimientos, que tienen un fin determinado.
Cada emoción está en nosotros para desarrollar un papel esencial en nuestras vidas. Sin ellas no podríamos realizar el camino de vida de manera completa, es decir, las emociones son necesarias para transitar nuestro viaje.
No existen emociones buenas ni malas, sino emociones que nos producen mayor bienestar al sentirlas y vivirlas, y otras que nos remueven o resultan más incómodas cuando las experimentamos. Pero todas ellas son necesarias para poder reaccionar al mundo que nos rodea de manera adecuada.

El miedo es una de esas emociones que más nos cuesta aceptar, sentir y conectar en nosotros. Nos resulta incómodo, nos activa y nos muestra alerta y en ocasiones esto se vuelve muy difícil de acompañar y gestionar.
El miedo existe para ponernos en alerta de algo que puede resultar peligroso o que precisa atención por nuestra, pero a veces este miedo también se activa cuando no existe un peligro real, sino que es nuestro cerebro el que lo activa sin motivo aparente, pero sí con una intención y funcionalidad.
Poco a poco, según vayamos creciendo iremos identificando las ocasiones donde el miedo tiene un sentido real y donde el miedo ha venido a alertarnos sin un motivo tan necesario. Es ahí donde los adultos debemos saber acompañar a nuestros niños y niñas, poniendo palabra a las emociones, validándolas, sin negarlas, dándoles espacio, atendiéndolas, comprendiendo por qué suceden y sobre todo, para qué.
Este miedo puede aparecer a la hora de que nuestros niños y niñas duerman fuera de casa. Pero para abordar el tema del sueño, es necesario empezar por el inicio.
El sueño es una función vital que debe realizar el ser humano para poder sobrevivir. El sueño es el encargado de reparar células, de reorganizar a nivel cerebral todos nuestros aprendizajes, de ofrecernos descanso, de permitir que podamos estar activos en los tiempos que estamos despiertos y muchos otros procesos, como el crecimiento. Es por esto que el sueño es fundamental y debe ser sagrado dentro del descanso de cualquier persona, pero más aún en niños y niñas.

En muchas ocasiones observamos como los niños no quieren ir a la cama y evitan ese momento durante todo el día, tratando de alargar el momento de ir a la cama lo máximo posible.
Esto se debe en muchos casos porque este momento implica una desconexión, donde cerrar los ojos es perder la referencia de lo que está sucediendo a nuestros alrededor, confiar en que mamá y papá seguirán cerca nuestra, y que al día siguiente todo estará tal y como lo hemos dejado.
Esta sensación de apagarse, ofrece en muchos niños inseguridad, angustia y ansiedad a la hora de ir a la cama, costándoles relajarse, establecer un sueño profundo y reparador.
¿Cómo podemos acompañar este miedo los adultos?
• Ofrecer una rutina, siendo cada día la misma. Por ejemplo: evitar pantallas por las tardes, antes de ir a dormir, poner luz tenue en la habitación, leer un cuento tranquilo antes de acostarse, poner música relajante…
• Ofrecer seguridad emocional. Si nuestro hijo nos pide que nos quedemos hasta que se duerma, ofrecer esta seguridad y mantenerla el tiempo que la necesite. El cariño no debe ser nunca una moneda de cambio. Es decir, si prometemos que vamos a quedarnos, debemos cumplir con nuestra promesa, pase lo que pase.

• Hablar sobre nuestros miedos. Si nuestro hijo o nuestra hija ve que hablamos de nuestros miedos con naturalidad, aprenderá a integrar esta emoción como una más. Nosotros también podemos contarle cómo nos sentimos y qué necesitamos cuando sentimos miedo.
• No reírnos ni invalidar su emoción. A veces con la mejor intención, tratamos de quitarle hierro al asunto riéndonos o haciendo una broma o diciéndole que no existe motivo para tener miedo. Es mejor validar y aceptar su emoción, ponerle palabra, estar presentes y ofrecer seguridad y calma.
• Emplear el humor. Por lo contrario, sí es adecuado emplear el humor en ocasiones donde sintamos que va perdiendo sus miedos, que comprende que la situación ya no le asusta y que no teme a las consecuencias. Si él se ríe lo estaremos haciendo bien.
• Dar tiempo. Es necesario no presionar ni atosigar al niño con ese sentimiento. Si nuestros hijo teme irse a dormir, no es necesario que lo comentemos con otros adultos en su presencia, ni que le digamos que lo hable con toda la familia ni le hagamos sentirse mal porque estamos preocupados. Es importante que respetemos sus tiempos, que comprendamos que necesita de éste para comprender su emoción y regularla de un modo que le sea funcional y no le limite
Además te dejo aquí algunos cuentos que pueden ayudarte con este tema y pueden ser de gran ayuda.
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