No contagies tus miedos a tus hijos

Cuando tenemos hijos e hijas, nuestras vivencias de la infancia vuelven a aflorar al acompañar sus vidas, su desarrollo, sus hitos…, y, esto es totalmente normal, siempre y cuando no nos afecte de manera negativa y nos impida ser guía y ejemplo de nuestros niños y niñas.

En ocasiones, nuestro bagaje nos impide acompañar las emociones y el desarrollo como quisiéramos, ya que conectamos con aquello que nosotros vivimos en nuestra infancia al estar cerca de la de ellos y no somos capaces de tomar la distancia necesaria y comprender que no se trata de nuestra vivencia pasada, sino de la vida de nuestros hijos. De esa vida que ahora les toca vivir a ellos, sin ser nosotros de nuevo, sin ser nuestra segunda oportunidad, sino siendo seres independientes a nosotros mismos, que no nos pertenecen ni vienen al mundo para cumplir nuestras expectativas y sueños frustrados.

El dicho tan extendido que dice “Cuidarse para poder cuidar” es un mantra que todos deberíamos integrar en el momento en el que nos convertimos en padres y madres, ya que su mensaje es totalmente necesario y cierto. Si nosotras y nosotros mismos no nos cuidamos, no defendemos nuestros derechos y necesidades, no buscamos nuestros tiempos de autocuidado, nuestros hobbies, no tendremos la capacidad de poder cuidar del otro como se merece,como me necesita u ofreciéndole mi mejor versión.

Y aunque no debemos olvidar que somos seres humanos, que no somos perfectos, que estamos en el camino y, por lo tanto, estamos en un proceso de aprendizaje continuo, es necesario que demos valor a esto y comprendamos que el primer paso a la hora de acompañar a los niños y a las niñas en su infancia, es revisar nuestra mochila, ponerla en orden, organizar aquello que es útil y necesario y deshacernos de aquello que ya no aporta o contribuye, para crear nuestro nuevo papel dentro de la familia, donde ya no soy el niño sino el adulto que acompaña, que ofrece una figura de referencia, que da seguridad, que aporta paz y amor incondicional, que se muestra disponible ante cualquier situación en la que le demande su hijo o su hija, ofreciéndole estabilidad y confianza.

Nuestros miedos pueden estar ahí para recordarnos el aprendizaje que obtuvimos, pero no pueden guiar la vida de nuestros hijos, ser su base de desarrollo o limitarnos a la hora de alentar e impulsar los deseos y gustos de nuestros hijos. Las familias, los adultos, debemos tener la generosidad de escuchar a nuestros hijos y comprender cuál es su personalidad y carácter, su modo de ser, qué necesidades tiene, su mirada, su energía, y acompañarlos siendo una guía serena, donde la observación sea la mejor herramienta.

El miedo en ocasiones es bueno, porque nos permite observar, analizar, reflexionar, pero no puede ser el motor de nuestro comportamiento, no puede ser quien guíe nuestro modo de hacer, ya que a veces los miedos nos impiden conseguir aquello que tanto deseamos, que sí podemos lograr, que sí somos capaces de alcanzar, en lo que podemos perseverar, ponernos un reto y acabar siendo mejores de lo que en un inicio nos habíamos planteado.

Debemos enfocarnos en nuestra capacidad de resiliencia, en el aprendizaje que obtuvimos por aquello que vivimos, en la emoción que eso generó en nosotros y la fortaleza que nos dio, en los atributos que hemos ido consiguiendo gracias a cada momento vivido, e intentar dar alas a nuestros hijos siendo el mejor referente de acompañamiento e impulso para su «yo niño» que se convertirá en su «yo adulto».

En definitiva, ser padre o madre es un acto de generosidad que implica volver a revivir aquellos miedos y momentos de nuestra infancia, que quizás no fueron como nos hubiera gustado o nos traen emociones y recuerdos que no nos resultan todo lo agradables que nos gustarían. Pero está dentro de nosotros y de nuestra generosidad, permitir a nuestros hijos crear un recuerdo diferente al nuestro, comprendiendo que no hay dos infancias iguales, por lo que debemos entender que ellos no están viviendo de nuevo nuestras vidas, ni sienten ni perciben como nosotros lo hicimos de niños.

De esto nos hablan estos cuentos que te muestro a continuación donde, además, podemos empatizar y comprender que aquello que nos ocurre a nosotros no sólo nos pasa a nosotros sino que también les pasa a muchas familias, cosa que hoy en día es necesario visibilizar y de agradecer, que haya historias que hablen de maternidad y paternidad real, con nuestras luces y nuestras sombras, con los éxitos y los errores, con las alegrías y los miedos.

*Puedes terminar de leer el Post en la Revista Digital de Penguin Kids, donde además te recomiendo cuentos acerca de este tema.

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